La tecnología, una ‘excusa’ para impactar entornos
No solo es posible que la ingeniería colombiana desplace grandes inventos mundiales, sino que bien orientada puede hacer crecer no solo a particulares, sino a sectores completos de la economía.
Crecer empresarialmente es producto de un proceso continuo y asertivo de toma de decisiones. Pero crecer y hacer crecer a otros es resultado de una idoneidad técnica y directiva, sumada a una sensibilidad y compromiso con todos los actores de la cadena de valor. Este es el caso de Ingesec, una empresa colombiana dedicadadesde hace 43 años al diseño y desarrollo de tecnologías para la industria del café (despulpadoras, beneficiaderos ecológicos, secadoras de café, trilladoras, tostadoras, molinos y equipos de laboratorio), pero que, con el paso de los años, y gracias a su gestor, el ingeniero Nelson Moya Moya, ha transformado la tecnología en medio para lograr mejores oportunidades para los caficultores.
Hoy, ya son 3.500 familias cafeteras las que se benefician de la labor de Ingesec, la cual espera seguir creciendo para cubrir a más de los 560.000 agricultores existentes. “Formar, trabajar y hacer cafés especiales” es el camino para que el agricultor reciba lo justo, según Nelson Moya. “La realidad es que hace unos años no nos compraban café listo para consumir. Hoy no solo es una realidad, sino que los consumidores están comprando café con denominación de origen, quedando más dinero en manos de los caficultores”, agrega.
Ingeniero mecánico, proveniente de un colegio de bachillerado técnico, Moya se interesó desde muy joven por el desarrollo de nuevas tecnologías para las máquinas de secado del café. Le llamaba la atención que estas no evolucionaran en décadas, a pesar de las deficiencias que ya mostraban y de los elevados costos de operación, no solo por el combustible usado sino por el impacto ambiental. Esos cuestionamientos lo llevaron a diseñar la máquina con la que hoy se seca más del 80% del café colombiano y que no emplea ACPM ni carbón.
En 1993, este emprendedor se enfrentó a un nuevo reto: la co-creación, con el Centro Nacional de Investigaciones del Café,Cenicafé,del primer equipo desmucilaginador (equipo con el que se desprende el mucílago, se lava y se clasifica el grano de café), gracias al cual se redujo el uso del agua (se pasó de 40-50 litros de agua para beneficiar un kilo de café, a un litro, aproximadamente).
En la década de los 90´s se concibió también una máquina despulpadora llamada ‘La Gaviota’, que aterrizó en varios países y con la que la Federación Nacional de Cafeteros evidenció la gran capacidad de inventiva de nuestros ingenieros y técnicos, pues en ella se conjugaron la tecnología y la sencillez. Tanto así, que superó las expectativas y las máquinas diseñadas por los ingleses años atrás fueron reemplazadas por estas ‘madein Colombia’, creadas para “ser operadas por un niño”. Con el tiempo, Moya terminó diseñando toda la línea necesaria para el proceso del café y equipos de laboratorio.
Ahora, el gran diferencial de Ingesec es que no solo vende tecnología, sino que se ha dedicado a formar y a capacitar a los caficultores del país, sobre todo en estrategia de ventas, una de sus grandes debilidades. Desde el inicio, este visionario también cuestionó el precario ingreso que recibía el productor cafetero por carga, así que siendo fiel al refrán “el que se opone, propone” decidió unirse a la tendencia de concebir valor desde la producción. “¿Si tenemos la mejor gente del mundo y el mejor café de la tierra, por qué no aspirar a una mayor remuneración y competirle con calidad a las marcas masivas?”.
Para Moya, el precio justo para el agricultor se logra con la producción de un café excelso, sometido a unos estrictos procesos de producción, y con el acompañamiento de alta tecnología para que pueda ser competitivo. Todo, con el fin de que el colombiano pueda tomar el mejor café del mundo sin salir del país y de que no solo las cadenas internacionales sean las beneficiadas.
El 90% de los actores de la cadena de valor del sector cafetero, incluidos los agricultores, que visita la planta deIngesec, va a catar y a profundizar su estrategia de comercialización. No en vano, el ingeniero Moya se enorgullece al contar la historia de Ezequías Romero, un caficultor que llegó a su planta con cara de angustia y le pidió que le ayudara, pues en la cooperativa donde vendía su café no le pagaban bien por la carga y no lograba cubrir sus costos de operación. Don Ezequías aprendió todo lo que debía y empezó a vender su propio café de finca. Las primeras libras de café que produjo bajo el nuevo esquema fueron vendidas a $12.000, casi el doble de lo que recibía anteriormente por cada libra. Hoy día, tuesta más de 2.500 libras al mes, a un precio justo.
¿No es este un claro ejemplo de que tenemos todo para competir internacionalmente si pensamos no solo en nuestros negocios y capital, sino también en los ‘Ezequías’ que pueden crecer de nuestra mano?
Germán A. Mejía A.
bmLab Latam
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