Generar riqueza y saberla compartir, va pa’esa
Comercio justo, solidario y responsable, una bandera que se debe exhibir con orgullo.
El nivel de compromiso de los empresarios colombianos con los temas de interés general y con la visión de ser social y ambientalmente responsables queda rebatido con las realidades organizacionales que hemos presenciado durante más de 80 años.
Por fortuna, emergen excepciones que transmiten luz en medio de la generalidad y, por lo mismo, son inspiradoras. Así como es inspiradora la historia de Arroz Blanquita, un ejemplo de que el comercio justo y la responsabilidad social no son una moda ni simples carteles publicitarios, sino un comportamiento arraigado en el ADN de las personas que lideran las organizaciones, en este caso don Manuel Suso Cárdenas, quien asumió las riendas del molino desde sus inicios, en 1950.
Arroz Blanquita (lleva el nombre de la mamá de don Manuel) es una empresa productora de arroz ubicada en Jamundí, Valle, que abastece el occidente colombiano, bajo un modelo de negocio que se adelantó varias décadas a la tendencia actual que profesa que la creación de cadenas de valor equitativas es la única garantía para asegurar la sostenibilidad y sustentabilidad de las empresas y del entorno social.
Sin embargo, de no haber sido por la formación humanista que recibió don Manuel (es filósofo y estudió en un seminario jesuita,) no hubiera sido fácil construir los cimientos sólidos del capitalismo humano que hoy se vive en su compañía. A sus 94 años, don Manuel sigue siendo un referente social y del sector arrocero del país.
Ahora, como toda empresa, Arroz Blanquita ha sobrevivido a muchos momentos críticos. Para empezar, en la década del 50 la caña de azúcar se tomó el Valle del Cauca y los molinos de arroz se fueron cerrando por falta de cultivos. No obstante, don Manuel se mantuvo contra viento y marea y trabajó hombro a hombro con los pocos trabajadores que tenía.
Luego, en los 90, cuando la segunda generación ya había asumido las riendas, en cabeza de José Manuel Suso, el hoy gerente general, la apertura económica le causó de nuevo estragos al sector.
Los aranceles no fueron disminuyendo paulatinamente y esto tuvo un efecto muy grande en la agricultura, pues llegaron productos importados muy baratos que acabaron con muchos sectores del agro.
En esa década, los ingenios duplicaron sus hectáreas y la mano de obra fue absorbida por ellos. Sin embargo, en Arroz Blanquita decidieron no bajar los brazos y capacitarse para apuntarle a la sostenibilidad del negocio. Impulsaron la educación de los agricultores para que no optaran por otros cultivos y contrataron agrónomos para hacer una agricultura más eficiente.
Otro golpe muy duro fue el secuestro de José Manuel por parte de las Farc, en 1999. Fueron unos meses no solo de zozobra y dolor para su padre, sino un resentimiento para la empresa. Lo bueno de esta amarga experiencia, en la que José Manuel vivió la escasez de alimentos, fue su reflexión sobre la importancia de producir comida en Colombia, por lo cual, pese a lo que muchos pensaban, no abandonó el barco después de su liberación.
Un diferencial de esta compañía es que la cadena de valor que siempre ha concebido tiene a los campesinos productores como protagonistas y reales beneficiarios. Su consigna siempre ha sido: “Máximo precio al agricultor, mínimo al consumidor”. Esto, sin crear posiciones dominantes de los productores de gran volumen, puesto que aplica para grandes y pequeños por igual.
El modelo de relacionamiento también tiene en cuenta a los vecinos de las zonas de producción gracias a sus procesos ambientalmente sostenibles y programas sociales, y a sus colaboradores, entre los que se incluyen negros, indígenas, mestizos, mujeres, desmovilizados, todos conviviendo alrededor de la agricultura.
Hay un hecho que aún marca el día a día de la empresa y fue la formación que se les dio a 30 operarios para que pudieran graduarse de bachilleres. Esto no solo elevó el espíritu, sino que reforzó la importancia de la educación para la empresa, cuyo foco también está en la innovación.
El modelo de negocio de Arroz Blanquita ha sido avalado por locales y extranjeros y prueba de ello es la cantidad de reconocimientos y certificaciones que ostenta, entre las cuales se destacan la certificación de sus arroces orgánicos y las certificaciones de Comercio Justo y de Empresa Responsable otorgadas por Ecocert, convirtiéndose en la única empresa latinoamericana en obtenerlos.
Así mismo, cuenta con la distinción ‘Amigos de las aves’ y obtuvo el Premio Nacional de Ecología Planeta Azul 2012-2013.
Ahora, estas certificaciones que para muchos son exámenes complejos de presentar, se convirtieron en diligenciamiento de documentos y presentación de informes, puesto que sin haberlo planeado las prácticas exigidas ya eran parte de la organización.
El logro más reciente es la certificación como B Corp o Empresa B, lo cual significa que la generación de riqueza se combina con la solución a problemas sociales y ambientales aspirando a ser la mejor empresa para el mundo más que del mundo.
Pocas empresas del país tienen el sello B, y aunque para algunos sean solo cartones, las organizaciones empiezan a ser reconocidas mundialmente por esto. Los compradores cada día están exigiendo más productos que respeten el medio ambiente, la sociedad y la salud humana.
Seguramente, si existiesen más empresas en Colombia con una visión de capitalismo más humano, estaríamos en un nivel superior de desarrollo y no estaríamos en un país polarizado por la salida negociada con un grupo subversivo. Es el momento para que la comunidad empresarial que no lo ha captado, recoja el ejemplo de quienes han hecho de la generación de riqueza una oportunidad para muchos.
Escrita por Germán A. Mejía A., Director General de bmLab Latam. Publicada en el diario Portafolio el 18 de octubre de 2016. Sección Estudio de Caso.