Inversión en propiedad intelectual: el mayor activo

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La debida protección de la propiedad intelectual de las empresas debe entenderse como un factor clave de competitividad, por lo cual ya no es válido pensar en ahorros para este rubro. Caso Pinzón Pinzón y Asociados.

El desarrollo de iniciativas empresariales de gran impacto es consecuencia de diversas cualidades de individuos o equipos que identifican una oportunidad en el mercado. Un claro ejemplo es el de Mauricio Pinzón Pinzón, un abogado que hace 27 años se anticipó a una realidad y le apostó a lo que otros no alcanzaban a vislumbrar como fundamental.

Por ese entonces, darle importancia de los intangibles, como es la propiedad intelectual de las empresas, resultaba no solo algo poco común sino innecesario. Históricamente, el empresario colombiano se ha preocupado más por mercadear que por proteger su propiedad intelectual, debido, en gran parte, al desconocimiento sobre el tema.

Hoy, si bien no podemos hablar de una cultura sólida de la protección en este campo del empresariado colombiano, sí se ha avanzado mucho y cada vez más se suman al entendimiento de que la diferenciación se gesta desde el conocimiento y de que la propiedad intelectual se puede convertir en el activo más preciado de las organizaciones.

Entonces, haber sido pioneros en un tema que no era asumido como estratégico y que hoy ya está posicionándose en la mente de las organizaciones, refleja que se ha cumplido con la misión de ‘evangelizar’ sobre la importancia de hacer valer el conocimiento, que fue lo que Pinzón Pinzón y Asociados se trazó como objetivo desde su fundación, en 1988, cuando su foco exclusivo era la propiedad intelectual en toda su comprensión: protección de marcas, patentes y derechos de autor, si bien hoy proyecta sus capacidades y talentos a todas las áreas legales.

Las grandes empresas, así como las multinacionales que llegaban al país en los 80s y 90s, fueron las primeras en empezar a registrar sus marcas institucionales, si bien su preocupación era que la legislación colombiana era precaria para defender sus intereses marcarios. Hoy día esto ha cambiado y se han dado pasos importantes, como haberle asignado atribuciones de carácter judicial a instituciones como la Superintendencia de Industria y Comercio, por lo cual se pueden adelantar procesos en tiempos más cortos sin necesidad de ir a los juzgados.

Así que no hay excusa para que se siga incurriendo en malas prácticas. Dentro de los muchos casos a los que se han tenido que enfrentar en Pinzón Pinzón, está uno en el que una marca líder de su sector, por ahorrarse unas inversiones en protección de su propiedad intelectual, descuidó un producto que era ‘protegible’ vía diseños industriales y su competencia sacó al mercado el mismo producto con otra marca.

El panorama es aún más desalentador si tenemos en cuenta que, según el más reciente Informe Global de Competitividad, del Foro Económico Mundial, estamos en el puesto 96, de 144 países, en cuanto al indicador de propiedad intelectual. Entonces, no solamente producimos poco sino que no tenemos disposición a cuidar lo que tenemos y, en parte, obedece esa mentalidad de hacer ahorros donde no hay que hacerlos.

La propiedad intelectual es un motor de desarrollo para la innovación, por lo cual es importante proteger los elementos diferenciadores que se encuentran en activos como marcas, patentes, secretos empresariales, derechos de autor, etc. Los empresarios, y no solo los grandes, sino los pequeños y medianos, no pueden perder de vista la importancia patrimonial que tienen sus activos intangibles, donde muchas veces está concentrado el valor de sus compañías. Esto no es un tema solo para Apple, Adidas o HP. Y así lo está entendiendo el mundo. No en vano, el nuevo sistema internacional contable (NIIF) exige unos criterios y políticas diferentes a la hora de valorar los intangibles dentro de los estados financieros. Ya estos no deben pensarse en términos de gastos, sino que deben verse reflejados como activos en sus balances.

El caso Pinzón Pinzón y Asociados es interesante no solo por la apuesta temprana de una firma de abogados a un tema que se ha vuelto factor clave de competitividad, en cuanto está orientado a la generación, formalización y respeto del conocimiento, sino porque pone sobre la mesa una reflexión: para que Colombia se articule al contexto empresarial global y, en particular, a la ejecución de los diferentes Tratados de Libre Comercio, debe cumplir con exigencias y, sobre todo, con transformaciones culturales para ajustarse al cumplimiento de reglas de juego y transparencia.

Así mismo, refleja cómo ciertas organizaciones pueden promover en otros empresarios nuevas actitudes, comportamientos y creencias… desmontar paradigmas producto de hacer bien su trabajo.

Escrita por Germán A. Mejía A., Director General de bmLab Latam. Publicada en el diario Portafolio el 16 de junio de 2015. Sección Estudio de Caso.